La costurera, el tablero y el conejo
Hay una certeza que no desea ser recorrida
y el tablero es de muy mala calidad,
ya no hay disfraz que lo oculte
ni mapas para orientarse al sol;
la capa se ha roto y se fue la costurera, buscando conejos,
la costurera y el juego,
ella no sabe coser pero busca en su galera ciertos hallazgos
que percibe
negros, terrenales,
que intuye destemplados,
y salta sobre su pierna menos hábil;
no se la pidan, no la tiene.
Ella espía por la cerradura mientras acaricia
los trastos, los
modos, que se vuelven un tiempo umbrío,
a veces cruel, a veces tierno, a veces ni eso,
indiferente...
y la vanidad es una serpiente que espera debajo de aquella
piedra
que no deseo pisar,
eso es una certeza;
le temo a ella, a la piedra,
que es cómplice y anida bajo la esperanza;
lo dijo varias veces:
no es pequeña, juega porque quiere;
juega con una intensidad arrolladora,
porque ya percibió las cicatrices, todas peleas perdidas.
La costurera me dibuja desde los días que pasan
entre tableros de reinas perdidas y conejos que saltan
olímpicamente,
días sólo parecidos a esta noche que nos refleja
como niños ofrecidos al mundo.
Conrado Yasenza
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