Diciembre 1999
Solsticio
circular y mágico,
mi
sangre se posó entre tus estrías de jabón blanco
y lavó
las camisas y las uñas sobre la tierra,
dio
calor a los fondos sin moderación alguna,
dejó
caer un ángel a sus ciento treinta años de edad
justo
cuando la luna hinchaba su pulpa
y
cortejaba camelias florecidas por la noche,
¡que
lindo revuelo armaste!
La luna
enorme y cumpliendo años,
el sol
convertido en prestidigitador
con
ascendente en capricornio,
las
gentes sumergidas en la excitación
de un
malentendido sospechoso,
el
ángel estrellado y joven aun
quejándose
por esa luna parturienta,
por su
caída prematura,
por su
silencio de recién venido.
¡Qué
gran lío solsticio sin astrólogo!
Ahora
las uñas reclaman manicura a toda hora,
las
camisas se revelan si no les dan su dosis de almidón,
la templanza
saca a relucir su título nobiliario
y se
nombra cardenal in pectore,
los
hombres son apenas una pluma de ganzo,
y el
ángel estrellado se desentiende del vino
porque
exige su regalo de cumpleaños:
una
regadera de champaña.
Conrao
Yasenza
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