martes, 12 de diciembre de 2006


Los Poemas Que No Encuentran Editor

El testigo

Hay contagios como baldíos olvidados
nadie los ha regado nunca
y sin embargo
en ellos creció la grava de los testigos.
Por simple que resulte
así es el juego
y se sabe del sol tiznado por dos mil lanzas
de cielos rojos y azules
de labios con derecho a resumirse,
por simple que resulte
así es el juego
y se sabe vida y noche
linterna de la noche aparecida en la ventana
vida tatuada en copas de vino agrio
zumo del mundo vuelto tamiz
de la tierra y su olor a temporal
vida y noche desmigadas
brasa ámbar
nada más fuerte y frágil
que esas sábanas bordadas en sangre
que cubren y levantan
el contagio del testigo.-
cy.



Murder

Mordernos ordinarios y en conjunto
egoístas a la hora de afilar los dientes
mordernos fatuamente como pianos endémicos
como un pesimismo de viviendas agotables.
Mordernos radiantes y efusivos
incidentales como fantasmas
débiles a todo lo que arda por debajo
de los jóvenes moluscos castigados.
Mordernos como racimos en conjura
para luego disfrutar de metáforas inútiles
y al instante brillar
ser un dije o un dínamo seminal
incrustarse en la inversión del vértigo
simular una preocupación finísima por las llagas
por los harapos y el mendicante de algo para comer
o tal vez yerba y azúcar
no sé
diagramar la mordedura y entenderla
como un malentendido

o podría ser una pampa desconsolada
gravitando digna y sin aplausos
entre la llana inexistencia de lo prolijo
y ahí sí
volver a mordernos colmados de peligro
de finales en la preparación de un alero
entre jolgorios bígamos esfumándose
en la braza que marca
el humor de este siglo.
c.y

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