El paródico
A Leónidas Lamborghini
Luego de haber hecho sonar el gong en el lejano Mar Egeo,
florecen los ecos de una ventana abierta
a los tres enigmas que contienen el deseo y la muerte,
ellos revelan el desierto absurdo en el que la razón
se desnuda para ofrecerse en su verdadero rostro: la
sinrazón;
mienten las ordalías del placer y la memoria,
y ya sabemos del espejismo ante la desilusión:
el retrato de la hipocresía y su falsa épica
descifrada en una historia reciente de saqueos con héroes de
hambre.
¿Podría el fracaso, o su tragedia,
impulsar el humor de la angustiante imitación?
Esa es la imposibilidad de sucumbir ante El Modelo,
poeta, poetastro;
tus espejismos juegan con la mente
que brama febril en el viaje de la luz a la oscuridad;
espeje su fracaso entonces, poeta,
que la inutilidad es el intento,
la vuelta trágica en la aventura del ser.
Los griegos siempre lo supieron: los finales son anteriores
como los vestigios del Palimpsesto;
y el Poema no es Grande
si el libro soñado es la grandeza del poeta,
otras voces surgirán en esta historia reciente
para que no juzguemos al paródico, para que seamos piadosos,
con el hombre y El Gran Poema en su deseo de rozar la
belleza,
de ahí que su reiteración es la del hombre adherido
a los destellos del fracaso,
o la tragedia del humor,
como si una aventura en el transcurrir del tiempo
fuese el cordero opuesto a su misma esencia,
a su destino cruel de presentaciones desafiantes,
el hombre lleno de furia,
insuficiente en un país de suficientes.
Conrado Yasenza
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