Los Poemas Que No Encuentran Editor
I
Húmedo inmóvil oculto
así se halla el amante felón de rizos perpetrados
tras el declive irrefutable del día,
el que lastima sus relucientes pezones caoba
y lo acosa transformado en péndulo de sombrillas vacías
en concurrencia ligera de actos y olores sobornables
para que cada hora del crepúsculo
desguace el movimiento de sus miembros tantálicos
de modo que el hastío es ya la víspera
la alucinación del vientre arado.
Y pobre muchacho
no sabe nada del deseo
el polvo voraz
el nudo cotidiano que lo asfixia
y grazna como un pájaro filoso
hundido en la profundidad de su sangre
donde las ofensas respiran
quizás aturden.
II
En el plexo de estos ojos
la arena del declive arde y se funde
como una máscara impenetrable al deseo
retiro clandestino de la sangre
nutriéndose de lenguas imposibles
para expulsar luego
los puñales los sedosos lazos
que este cuerpo teje para sí
para nadie más
porque sus valvas de molusco inconcluso
sus aterradas nervaduras
saben por el grito animal de esta noche
que la vida muerde
desde la primera y única oscuridad.
III
Desde el velo sórdido del uso
se produce el desarme amarillo
la degustación lenta de los espacios
el sentido antiguo de una dinastía inevitable.
Por detrás de los espejos
se traduce esta insoportable mezquindad
este presente de palabras mancilladas
y fiestas de paridades paganas.
Que alguien responda,
heredamos los ojos fragmentados
las dentaduras ausentes
el pánico al vacío
la muerte atormentada por su infinita soledad.
Que alguien responda.
Conrado Yasenza
Húmedo inmóvil oculto
así se halla el amante felón de rizos perpetrados
tras el declive irrefutable del día,
el que lastima sus relucientes pezones caoba
y lo acosa transformado en péndulo de sombrillas vacías
en concurrencia ligera de actos y olores sobornables
para que cada hora del crepúsculo
desguace el movimiento de sus miembros tantálicos
de modo que el hastío es ya la víspera
la alucinación del vientre arado.
Y pobre muchacho
no sabe nada del deseo
el polvo voraz
el nudo cotidiano que lo asfixia
y grazna como un pájaro filoso
hundido en la profundidad de su sangre
donde las ofensas respiran
quizás aturden.
II
En el plexo de estos ojos
la arena del declive arde y se funde
como una máscara impenetrable al deseo
retiro clandestino de la sangre
nutriéndose de lenguas imposibles
para expulsar luego
los puñales los sedosos lazos
que este cuerpo teje para sí
para nadie más
porque sus valvas de molusco inconcluso
sus aterradas nervaduras
saben por el grito animal de esta noche
que la vida muerde
desde la primera y única oscuridad.
III
Desde el velo sórdido del uso
se produce el desarme amarillo
la degustación lenta de los espacios
el sentido antiguo de una dinastía inevitable.
Por detrás de los espejos
se traduce esta insoportable mezquindad
este presente de palabras mancilladas
y fiestas de paridades paganas.
Que alguien responda,
heredamos los ojos fragmentados
las dentaduras ausentes
el pánico al vacío
la muerte atormentada por su infinita soledad.
Que alguien responda.
Conrado Yasenza
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