Los Poemas Que No Encuentran Editor
Nos han quedado estos días que no terminan de pasar
verano de terrosas tormentas rojas
tiempo caníbal que desvela y envejece
como la verdad cuando es más que una palabra.
Nos hemos quedado solos
aislados de la soledad,
quebrados sus lazos y puentes
y exhalando sangre por los poros del silencio.
Hemos bautizado nuestra inmaculada concepción de la muerte.
verano de terrosas tormentas rojas
tiempo caníbal que desvela y envejece
como la verdad cuando es más que una palabra.
Nos hemos quedado solos
aislados de la soledad,
quebrados sus lazos y puentes
y exhalando sangre por los poros del silencio.
Hemos bautizado nuestra inmaculada concepción de la muerte.
CY
Sólo eso
sin haber sido lo que quiso ser
sin siquiera saber de la fiereza de sus lobos,
de la calma horizontal,
del crepúsculo asesino de días y noches.
Sólo esa decisión de carne enferma,
sabia del dolor,
arena eterna, insular,
puro regusto que muere en la intemperie.
Sólo eso.
La tormenta ha asesinado ya sus sueños.
Todo lo fue,menos lo que alguna vez quiso
sin haber sido lo que quiso ser
sin siquiera saber de la fiereza de sus lobos,
de la calma horizontal,
del crepúsculo asesino de días y noches.
Sólo esa decisión de carne enferma,
sabia del dolor,
arena eterna, insular,
puro regusto que muere en la intemperie.
Sólo eso.
La tormenta ha asesinado ya sus sueños.
Todo lo fue,menos lo que alguna vez quiso
CY
Enmudecen las preguntas
y mientras los muertos celebran sus ordalías
la clausura del grito nos arroja al mundo,
al olvido.
Cada día que comienza
la presencia fantasmal de la calma
se deshace en la cínica gravidez del pasado,
los sueños se ahogan y son devueltos por el tiempo
como dagas que desgarran la esencia del cuerpo perdido.
Las ausencias de esta meseta me pertenecen por completo,
insidias, desvelos, rajas
todos los silencios me pertenecen enteramente.
El lento sendero del daño hace una parábola inicial y se detiene,
varían los rostros, las caricias,
y la inevitable constelación de la nada se complace.
Todo este hastío me pertenece
como la fugacidad indolora
de la promesas maquilladas para la traición.
y mientras los muertos celebran sus ordalías
la clausura del grito nos arroja al mundo,
al olvido.
Cada día que comienza
la presencia fantasmal de la calma
se deshace en la cínica gravidez del pasado,
los sueños se ahogan y son devueltos por el tiempo
como dagas que desgarran la esencia del cuerpo perdido.
Las ausencias de esta meseta me pertenecen por completo,
insidias, desvelos, rajas
todos los silencios me pertenecen enteramente.
El lento sendero del daño hace una parábola inicial y se detiene,
varían los rostros, las caricias,
y la inevitable constelación de la nada se complace.
Todo este hastío me pertenece
como la fugacidad indolora
de la promesas maquilladas para la traición.
Conrado Yasenza