miércoles, 26 de diciembre de 2012

Nacimientos/Los Poemas Que No Encuentran Editor




Nacimientos
Cada nacimiento que brota
no deja huella ni rastro alguno en la sangre,
cada nacimiento que crece sin nacer
desconoce el nombre de su sombra

Habitar la noche y su gemido
hace del grito la voz más antigua
y del miedo el terror descubierto,
miedo sobre miedo
calor de miedo sorprendido
por el instante que llega
y hace del grito la voz
del terror la posibilidad en expansión
del nombre una sombra
y de cada nacimiento
la mas profunda de las noches
llamándome.

Conrado Yasenza.

Ceguera/Los Poemas Que No Encuentran Editor



CEGUERA

Estoy tan ciego
que ni siquiera escucho la palabra propia
la íntima
la mejor de mis enemigas.

Conrado Yasenza.

Velas/Los Poemas Que No Encuentran Editor



Velas

A qué se deberá mi gusto por las velas
serán sus pabilos mi cera
la parafina de la llama que viborea
por no apagarse
y de hacerlo
su solidez será el río de mis venas
venas que velan demasiado lejos
de la salvación o el despojo
será su luz
la palma en constante estribación
o círculos espesos
lechosos como las tetas del mundo
cayéndose y nada más.

Conrado Yasenza.

martes, 18 de diciembre de 2012

El Dolor




EL DOLOR


¿Puedo hablar sobre el dolor?
¿Puedo, me dejan, hablar del mío,
dolor de mundo?
El miedo,
¿no se hace terror en el que mira
y se aleja trasnformándolo en suyo?.
El mundo es un lugar de muerte y frío
y no valen las metáforas, !ahh¡, sí,
no valen más,
festejadores de la espuma
y el carnaval en orden.
Se esfumaron las calesitas porque alguien
las prohibió,
¡ahh!, sí, sí, las prohibieron cuando Jesús
se mareó y vomitó sangre y escupió por el costado
la sortija del perverso calesitero.
¡Por Dios!, dónde estabas entonces
cuando mi cara de espanto, esa, la que en la calle
aleja a la gente;
duraznos y peras en maceración
un par de plumas idénticas a la noche.
Mi sueño es el del sin rostro
siempre ahí, inmóvil, paciente
con todo el horror del mundo en sus facciones
blancas espesas como la bruma
indefinidas y por siempre blancas.
Pero, ¡Dios!, yo estoy rojo y azul,
me observo y examino como un forense alcoholizado,
y me despierto sin dormir aún
y ¡ahh!, soy rojo otra vez,
soy dolor atrapado entre cinismos
porque ¿me dejan hablar de mi dolor?
¿puedo, entre tanta muerte,
mientras Jesús sigue escupiendo sangre
desde la calesita que gira y lo clava todavía
con goce mayor y centrífugo?.
Qué es mi dolor sino el mundo,
la calesita, el color rojo, Jesús escupiendo
las pocas espinas que le dejaron, la vigilia,
los vecinos inquisidores
la gorda que mide, día a día, mi cuerda,
las sombras sin rostro
espesas brumas frías
galería inútil de bronces
medallas
mitos
murallas
y medallones de menta.
¡Ahh, soy el Dios de las cenizas
y las piedras oscuras !
El mundo es un dolor como el mío,
un dolor así
tan antigüo como el egoísmo de las momias.
¡ Brindemos !. ¡ Ahh, sí !,
y escupamos entonces tranquilos al cielo.

Conrado Yasenza

lunes, 17 de diciembre de 2012

La mano que le escribe a la mano negra/Los Poemas Que No Encuentran Editor




LA MANO QUE LE ESCRIBE A LA MANO NEGRA.
                                                     
                                                                          a Marcelo Luna
Ha llegado la carta de la mano negra,
la mano que le cuenta algunas cosas
a la mano perezosa,
mariposa esquiva que sobrevuela el teclado
o abandona el anotador justo cuando recién
se abre al mundo para ver qué es lo que dice.
La mano que le cuenta a la que no escribe
parece hostil, y por momentos, melancólica,
casi irreductible en su creencia de espumas
y aromas o algas desplazadas por alguna corriente marina
desconocida aún gracias a no sé qué dios
que insiste en que el mundo está hecho para ver;
en que las palabras son malas traductoras
porque las cosas sólo se escuchan, se sienten, y luego
queda el desorden de las líneas que la mano
olvidada de sus ganas de escuchar
comienza a decir, despacio y de a poco.
Y qué es lo que escucha cuando dice.
Dice escuchar: nuevas estaciones para la esperanz y
luminosas premoniciones: antiguos y criminales matarifes
apelando al derecho humanitario
o a su frágil vejez aquerenciada a cláusulas
dictadas desde la propia desidia
de sus alcantarillas atoradas por un odio consciente y racional;
siguen escuchando al decir: la carta de la negra mano ha ayudado;
estas manos abandonan su ostracismo, se tornan más inquietas,
vuelven a la sed, aplastan falsos testigos del desenlace impensado
o no querido hasta por los que aparentan ansiarlo;
intentan escuchar el avance lento e irrefrenable del rumor,
engendrado en la verdad,
esa palabra devaluada
la que en algunos inspira temor
porque sus manos no la escuchan y por ello mismo no dicen.
Así es que algunos acontecimientos recientes
incitan a estas manos a escuchar viejos y nuevos clamores,
a detenerse en el bramido del pampero voraz,
en el silencio transferido desde el ocio,
el mismo silencio que trae novedades todavía auspiciosas:
dictadores en desuso asustados y desprotegidos,
tiranos en actividad asediados por su propio rabo,
nervios alcohólicos con la memoria de punta,
distraídos convalescientes que apuran la redacción
de un salvoconducto médico y,
por sobre todo,
una civilidad en busca del cómodo giro en sus decires y maneras.
Pero de pronto las manos no dicen más.
Prefieren callar por un rato para mantenerse en la claridad del silencio: Está todo dicho.
Ahora cada quién disponga de sus vergüenzas,
de sus comentarios,
de sus miradas y cegueras de facto,
de sus credenciales de persona correcta o grata,
de sus preocupaciones por el dolor ajeno,
de su cobardía sostenida en tablas de infortunios,
de su crueldad
impaciencia
huella o método
y se soporte bajo la misma piel:
la soledad que refleja y reclama.

Conrado Yasenza

Preguntas/Los Poemas Que No Encuentran Editor




Preguntas

Quién me va a tirar la piedra
quién te la va a arrojar
qué se va a lastimar
con este litigio de piedras y canteros
tan repetidos por los puentes
por los orificios nitrosos
y las ganas de ir al baño
o el mal olor y los zapatos a deshora
en cuanto a nosotros y el ordeñe
- digamos el destete finito -
¿las torceduras son moldes ?
¿hacen ruido las rompientes?
¿los ruidos y las rompientes
se asemejan al oleaje del uso?,
de estar repetidos
¿se puede empezar un calorcito de cocina?
¿tranquilizar a una hornalla silbadora?,
entre los puentes
¿un camisón sin arrugas sirve para después?;
y entonces vuelvo a la pregunta
¿puede tirar el que te quiere piedras?
la piedra que me va a tirar
¿se puede querer?
¿te lastimo con tirarme a piedra?
¿quién me va a tirar lastimado?.
Lástima que para todo esto
me invento un cálculo insípido
querencias o
secretos porque sí.

Conrado Yasenza


viernes, 14 de diciembre de 2012

El Velocista/Los Poemas Que No Encuentran Editor




El velocista

¿Correr es siempre adelantarse a algo?
¿Adelantarse es desplazarse antes que otro
con mayor o menor hastío ?

Corro más allá del niño ausente
a pesar de los árboles y la miopía de mis piernas y brazos
corro por debajo de las calles y sus comentarios
como un ejercicio brutal incendiado de tiempo

Corro por correr
simplemente
para mentirle a dios
y a todos sus parientes.


Conrado Yasenza

domingo, 9 de diciembre de 2012

Madre de los Lunares



Madre de los Lunares

Hay aromas, sí, 
para el arribo;
es su fiesta el decorado, las espigas,
las flores artificiales,
un cuerpo animado por gavilanes 
y ladrones y madres, 
es mi madre la virgen santa
es ese coagulo el origen del órgano arrasado
maldito inerme enlazado por arcángeles,
es la madre la que mira desde un lunar
el lunar es cada vez más su rostro,
la antorcha del deseo se bate frente a la tormenta
y ya llega el castigo para el muñón o la esperanza,
perdónalos madre santa
virgen de los lunares
rostro ya sin rostro
cópula de laberintos y sudestada
es que nunca supe que estaba
manchado.

Conrado Yasenza.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Mi amigo Robinson Crusoe/Los Poemas Que No Encuentran Editor




MI AMIGO ROBINSON CRUSOE

a Marcelo Rebón.

Hoy un amigo es su soledad
su departamento la isla que habita,
él me ha dicho: soy el Robinson Crusoe de Boedo
entre la tolerancia de las migas
y la pelea por su paraguas.
Luego hemos salido a caminar para esquivar los insultos
para encontrar una excusa ante las lágrimas o la bronca 
porque mi amigo no quiere ser Van Gogh
y necesita sus dos orejas
y la de alguien más,
tiene miedo del fracaso inaugural o permanente
a pesar de que ve en los ojos de todo aquel que se le cruza
como un brillo intruso 
y se pregunta si todos ellos
no se habrán fumado el vértigo de una bocanada
si tendrá que salir siempre corriendo
para coronar la mugre
el pálpito
las groserías
los sobrenombres
el amor a destiempo y a destajo
las llamadas urgentes de ayer
el miedo a algún nuevo fantasma
la falta de erecciones aceptables
el deseo de sentirse bien por un día.
Mi amigo presiente que el pavimento quema
que le encuadernan el aire y la nostalgia
porque le duele olvidarse de su memoria
porque teme no poder cobrar las fumigaciones del mes
mientras se acortan las treguas y las máscaras.
Mi amigo planea y mide la desolación
el desgano se le ocurre una razón
una manera de moverse en una ciudad
cada día más lasciva y oscura,
intenta aplacar el rencor
trata de mirarme y no mandarme al carajo
se asoma a las inmediaciones del llanto o la pelea
para poder derivar su dolencia
que es el mundo y sus orillas
con sus calles
y los gritos 
las corridas
los pliegues
el repulgue de la amistad
la oreja que Van Gogh se cortó
y que a él le hace tanta falta
la gente
los pocos amigos
la intemperie de estas amistades
el charco denso y siniestro
que lo obliga una vez más
a llamar por teléfono y pedir su cámara de fotos
y estar a punto de estallar
sin testigos
solo
tremendamente solo
y con un torrente de signos
indicándole la aridez de los epílogos.

Conrado Yasenza.

Desnudez/Los Poemas Que No Encuentran Editor




Desnudez

La cólera que me deja rengo o amarillo
la exposición que me condena a la vigilia del que mira
el expósito acorralado por su propio ojo
el alquitrán vertido sobre la fuerza de un llanto
la cristalina capa de silencios adornados
los relatos lícitos hechos para ella
ella ingrata desposeída y viajera
yo intentando poseerla
cada vez más curvo 
entre tantos rostros tibios
entre tantas manos calladas.

Conrado Yasenza.